lunes, 16 de mayo de 2011

AL PLACER DE ARDER

Señalas el camino con migajas mías, hablas de cuando nos entregamos, callados decimos más, la señal es un rostro de dos caras. Siempre supe que era brasa que no ardería del todo su corta vida dedicada a darme dolor, al placer de arder.

Para qué tanto cielo, miles de estrellas rompiendo la cúpula oscura, todo lo que existe es vulnerable. Es sangre viva que dejaste. Remiendo los jirones de mi piel los recaudos de la senda impregnada de mí vierten historias como capullos abriéndose. Espero la corrosiva réplica.

Deja al menos que sea yo quien acabe de penetrarme. Transparente sin olor ni sabor, naufragio, breves impulsos lejanos.

Voy a olvidarte con todas sus consecuencias.

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