domingo, 15 de mayo de 2011

HARAGANA

Con elegancia y sutil cadencia mueven las caderas las persianas que me esconden del sol.
Muecas le hago al rayo luminoso que logró evadirlas y se cuela desvergonzadamente en mí alcoba.
En silente oscuridad hubiera querido que conviva con mis fantasmas y conmigo, sólo son las doce de algún día y la cama se pega como estampilla.

El teléfono canta a todo pulmón sin que yo le hubiera pedido nada, calla por ahora tus campanadas que no voy a misa ni siquiera es domingo.
Dormir es el adagio que danzo.
Soy monumento en la ermita de la santa haragana.

Mis duendes entre la sábana no me han armado, en mi soy sólo rompecabezas embalsamada en una pijama ¿qué les he hecho para merecer despertarme del horizontal enjambre de todos mis yo?

Vayan a cazar perdices o a darle de comer a las palomas a la plaza, a mi déjenme dormir que para eso nací.

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